TAREA 3: Resiliencia:
RAFAEL JEREZ ANERA
1. Elabora tu propia definición de resiliencia, basado en la documentación.
El término resiliencia es un recurso extraordinario, cuando se nos agotan
las fuerzas, perdemos el norte, no sabemos que hacer ante un determinado
problema en nuestras clases, en la pedagogía que utilizamos con nuestros
alumnos. En ocasiones, ante determinados alumnos perdemos la esperanza, la
ilusión, lo vemos todo negro…, absorben nuestra energía, es como si agotarán
nuestra savia, como si de un árbol se tratara. Hay personas tóxicas, enfermas, con
trastornos o no, que nos consumen por dentro. Pues bien, este término implica
una capacidad para volver hacia adelante. La resiliencia no se limita a
resistir lo que nos echen, permite la
reconstrucción de nuestra savia, de nuestros nutrientes, de las sales minerales
que hacen brotar nuestras ramas, nuestras hojas, nuestros pensamientos, ideas,
estrategias, metodologías para enfrentarnos a una temporal donde los
pensamientos del otro y sus acciones nos traen lluvia, granizo y muchas veces inundaciones
o tornados que acaban con todo lo que teníamos preparado para una clase, para
una intervención.
La resiliencia intenta promover procesos que relacionen al individuo con su
ambiente, educativo, familiar y social, ayudándole a superar la adversidad y el
riesgo. Estos procesos internos permiten al individuo adaptarse al ambiente ya
sea escolar, familiar y social y tener una mejor calidad de vida. El enfoque de
la resiliencia surge a partir de los esfuerzos de entender las causas y
evolución de las psicopatologías. Por ejemplo, trastorno negativista
desafiante, trastorno impulsivo intermitente, trastornos graves de conducta,
trastornos del espectro autista, trastorno bipolar, etc.
Después de escribir estas definiciones a partir de las vivencias que estoy
viviendo, sintiendo y sufriendo en las aulas y en las caras de mis compañeros que
se enfrentan a la adversidad en el día a día, voy a referirme a distintas definiciones
que me gustan y complementan esta idea de resiliencia.
Por ejemplo aquella que define el concepto como:
a) La resiliencia implica que el individuo es afectado por la adversidad y es
capaz de superarlo y salir fortalecido de las situación, lo cual supone un proceso que puede ser desarrollado
y promovido.
b) La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción,
esto es, la capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra
parte, más allá de la resistencia, la capacidad para construir un conductismo
vital positivo pese a circunstancias difíciles (Vanistendael, 1994). Según este
autor, el concepto incluye, además, la capacidad de una persona o sistema
social de enfrentar adecuadamente las dificultades, de una forma socialmente
aceptable.
c) La resiliencia es un proceso, un conjunto de fenómenos armonizados, en el
cual el sujeto se cuela en un contexto afectivo, social y cultural. Es el arte
de navegar en los torrentes. (Cyrulnik, 2002).
d) La resiliencia se manifiesta como y proceso de acción sistémica en el que
intervienen diferentes factores para promover el desarrollo integral del adolescente,
a pesar de sus condiciones de vida difíciles. La resiliencia es un continuo, es
un proceso que refuerza las opciones y
oportunidades de otras personas mediante la aplicación de sus capacidades y
recursos internos para enfrentarse a situaciones de riesgo, o que pongan
en peligro su desarrollo, superarlas,
mejorar su calidad de vida y hacer posible sus proyectos de futuro. Muñoz Garrido
(2013). El sentido se construye en nosotros, a través de nuestro pasado y de
nuestro futuro, con la historia y con los sueños, pero si la cultura no pone a
nuestro alrededor lazos afectivos que nos emociones y nos permitan componer los
recuerdos, la privación de afectao y la pérdida de sentido nos dejan solos.
2. Aplicaciones del concepto en el aula hospitalaria.
a)
Cuando intervenimos con alumnado que están
escolarizados en aulas hospitalarias, en un hospitales de día, en atención
domiciliaria Cuando trabajamos directamente con alumnado que presentan enfermedades
degenerativas, terminales o muy graves. Cuando nos enfrentamos a alumnado con
diferentes trastornos graves o muy graves que requieren una hospitalización
puntual o crónica dependiendo de la patología o psicopatología.
b)
Este alumnado no puede realizar actividades
normales en un ambiente familiar, escolar y social normalizado sino que el ambiente
con el que conviven es otro bien distinto, el hospitalario, o el relacionado
con él. Tienen que esforzarse en buscar un sentido a la vida, tienen que enfrentarse
a la adversidad de una enfermedad ó de una situación complicada, aislados
muchas veces de su entorno familiar.
c)
La mayoría de los autores que hacen referencia
en la literatura al concepto de resiliencia hacen referencia no sólo a individuos,
también a grupos familiares y comunitarios. Por eso podemos diferenciar diferentes
tipos de resiliencias que también existen en el ámbito hospitalario.
Debemos
de trabajar la resiliencia en todos los implicados en las aulas educativas y
hospitalarias. Como los profesionales sanitarios y los profesores, los
familiares y los profesionales que trabajan directamente o indirectamente en el
centro hospitalario, centros de días, atención domiciliaria.
Cada
persona debe o debería tener una formación personal en todos estos aspectos,
pero no siempre nos enseñan en los centros educativos. Aunque consideramos, este
conocimiento prioritario para la interacción entre los diferentes colectivos y
profesionales.
Desarrollar a cualquier
edad:
-
la autoestima,
-
el conocimiento y posibilidades de cada uno,
-
la responsabilidad,
-
la reparación de daños y sufrimientos causados,
es abonar el terreno para el surgir de la
resiliencia.
Si
se nutre de esta nueva reorientación del pensamiento y la acción, contribuiremos
a que los profesionales y la sociedad miren a las personas, las familias y los grupos
humanos en situaciones de dificultad desde una corriente de solidaridad social
y humanitaria que promueva este cambio.
En
lo individual se acentúan rasgos positivos como la capacidad de amar y
comprometerse, la valentía, la competencia interpersonal, la sensibilidad estética,
la perseverancia, el perdón, la originalidad, la espiritualidad, la sabiduría y
el sentido del humor.
En
cuanto al grupo se recuperan las virtudes cívicas e institucionales que
hacen evolucionar al individuo hacia una responsabilidad ciudadana, hacia la
educación, el altruismo, la moderación, la tolerancia y la ética profesional.
Los tipos de
resiliencia serían los siguientes:
-
Resiliencia Individual: un individuo, en su carácter personal
sobrepasando un hecho traumático, aunque mantenga algún cuerdo, queda fortalecido.
-
Resiliencia Familiar: capacidad de una familia de superar un reto traumático
como una unidad, utilizando todas las bases en las que forjaron su familia (afección,
religión, disciplina, comunicación).
-
Resiliencia Social o Comunitaria: participa el círculo social cercano a
la persona o grupo que ha vivido el evento estresante.
La
resiliencia grupal desarrolla la capacidad innata de resistir la
destrucción, complementada por la habilidad de aprender de lo sucedido y buscar
como convertir la crisis, en una oportunidad de crecimiento. (procesos sociales
e intra-psíquicos que hacen posible, tener una vida sana viviendo en un medio
insano.) Por ejemplo, cuando tenemos que aceptar una enfermedad, una pérdida,
un trauma, una situación inexplicable que nos supera y que no podemos afrontar
fácilmente.
Para la construcción
de la resiliencia desde las escuelas y las aulas, Henderson y Milstein (2005),
se han centrado en los seis pasos proponiéndolos desde dos objetivos básicos mitigar los factores de riesgo en el ambiente
y construir la resiliencia.
Los diferentes
profesionales deberían aprender a construir la resiliencia siguiendo estos pasos
con sus pacientes y con su alumnado. Esta forma de afrontar la adversidad es
una forma de afrontar cómo debe ser la interacción en el aula y de afrontar los
problemas cotidianos que puedan surgir en función de las circunstancias de cada
caso.
Los profesionales deben
de aprender a aprender, comprender, buscar recursos y estrategias metodológicas de
intervención entre sus pacientes y alumnado.
Para mitigar los factores
de riesgo los profesionales han de :
-
Enriquecer los vínculos.
-
Fijar límites claros y firmes.
-
Enseñar habilidades para la vida.
Para construir la resiliencia
proponen:
-
Brindar afecto y apoyo.
-
Establecer y transmitir expectativas elevadas.
-
Brindar oportunidades de participación significativa.
De acuerdo a las investigaciones
de Werner (1982, 1989) y Garmezy (1993) los cuatro aspectos que ayudan a promover
comportamientos resilientes serían:
- Características del
temperamento, en las cuales se observan un adecuado nivel de actividad,
capacidad reflexiva y capacidad de respuesta ante los demás.
- Capacidad intelectual
del sujeto y su utilización positiva.
- Naturaleza de la familia,
cohesión familiar, ternura y preocupación por el bienestar infantil.
- Disponibilidad de
fuentes de apoyo externo, como profesionales sanitarios o educativos o
instituciones como la escuela para ayudarles a superar dificultades.
Losel (1994) en sus
estudios propone que entre los recursos más importantes con los que cuentan los
niños resilientes se citan:
-
Contar con una relación emocional estable
al menos con uno de los padres o bien con alguna persona significativa.
-
Disponer de apoyo social desde fuera del
grupo familiar.
-
Vivir en un clima educacional abierto, y
con límites claros.
-
Disponer de modelos sociales que motiven
el enfrentamiento constructivo
-
Tener responsabilidades sociales adecuadas
a su momento evolutivo, a la vez que exigencias
y motivación de logro.
-
Poseer competencias cognitivas, y al
menos, un nivel intelectual medio.
-
Disponer de unas características
temperamentales que favorezcan un enfrentamiento efectivo.
-
Haber vivido experiencias de autoeficacia,
autoconfianza y contar con una autoimagen positiva.
-
Tener un enfrentamiento activo como
respuesta a las situaciones y factores estresantes.
-
Asignar significación subjetiva y positiva al estrés y
al enfrentamiento a la vez que, contextualizarlo de acuerdo a las
características propias del desarrollo.
Grotberg, elaboró (1996)
un modelo para saber qué actitudes son necesarias para favorecer en las personas su capacidad de recuperarse a la
adversidad, tienen que ver con el ambiente social, los recursos personales y
las habilidades sociales.
-
Ambiente social y facilitador: Yo tengo
-
Recursos personales: Yo soy/estoy
-
Habilidades sociales: Yo puedo
Apoyándose en el modelo anterior y en el
siguiente los profesionales deben trabajar todos estos aspectos con dinámicas
de grupo, actividades individuales, arteterapia, formación personal grupal e
individual, terapia individual y grupal.
La construcción de la
resiliencia (casita)
La resiliencia abre vías
de reflexión, como podremos ver con la representación gráfica de los diversos
aspectos en relación a la resiliencia. Esta imagen ofrece a los educadores
puntos de partida susceptibles de poder ayudarnos a estructurar nuestras
prácticas.
La resiliencia es una
construcción compleja que Vanistendael y Lecomte (2002) comparan con una
pequeña casa que se construye con sólidos cimientos. Cada estancia representa
un campo de intervención posible, para los que quieren contribuir a construir,
mantener o reestablecer la resiliencia.
Se trata de sugerencias, que
cada uno debe descubrir, debe actuar en función de cada caso.
https://www.facebook.com/icfelicidad/photos/a.524222667657057/3179094862169811/?type=3
(Ver figura ). Adaptada
de Vanistaendel (2002).
En primer lugar, en la
casa debemos detenernos en el suelo donde está construida la casa. Se
trata de necesidades básicas elementales.
En segundo lugar, estarían
los cimientos, la red de relaciones sociales. En el corazón de estas
redes, se sitúa la aceptación profunda de la persona, no de su comportamiento.
Entender esto, es de vital importancia.
Esta aceptación debe ser
recíproca. No sólo el adulto acepta al niño, también el niño desempeña su papel.
Esta relación puede
llamarse de sustentación. La sustentación sigue al nacimiento y durante
los primeros meses se teje el vínculo, el niño descubre si puede confiar en el
otro, desarrollando la confianza o desconfianza, moldeando su modo de
relacionarse. (en torno a ella se desarrollan redes de contactos informales, la
familia extensa, los vecinos, los amigos, que cambian en el transcurso de la
existencia.)
En la planta baja
encontramos la capacidad de encontrar sentido a la vida. Es el descubrimiento
del sentido por medio de las actividades sensorio-motrices y del juego para los
niños. También existen otras actividades como las emocionales, éticas y racionales.
A través de las actividades
emocionales el ser humano aprende a manejar sus sentimientos, cuando habla
sobre ellos es capaz de comprenderlos. Descubrir el sentido ético, discutir
sobre las normas y valores es una actividad que los niños realizan en la
escuela y que es necesario potenciar. (hablar y reflexionar juntos, con miras a
comprender mejor la vida y descubrir que no hay una verdad absoluta y que cada
uno puede tener una razón diferente.).
El hecho de filosofar
con el alumnado desarrolla otras aptitudes como el razonar, argumentar,
analizar, establecer vínculos, escuchar, estar abierto a las críticas, mostrar
respeto por los demás etc, permitiendo reforzar la autoestima de los niños.
El nivel en el que el
niño se siente capaz de descubrir un sentido está en relación con el entorno y,
por tanto, no es una actividad individual, el alumnado es el que responde a los
estímulos, pero debe ser alentado por los adultos, de ahí de la necesidad de
una educación basada en el diálogo con los demás seres vivos y el entorno.
El estímulo que les
invite a la búsqueda de sentido es la prioridad que deberíamos tener en cuenta
y dejar de centrarnos en el currículum y volver a la persona. Este nivel
es el de los proyectos concretos.
En el primer piso
encontramos tres habitaciones: la autoestima, las competencias y
aptitudes, el humor y otras estrategias de adaptación. Fundamentadas en el
descubrimiento de sentido y en las redes sociales, no pueden desarrollarse sin
la satisfacción de las plantas anteriores.
Al igual que en una casa
las habitaciones están comunicadas entre sí, la autoestima, factor esencial de
la resiliencia, está en estrecha relación con otros elementos como la aceptación
del otro.
Las aptitudes y
competencias interesan de modo particular a la educación. No solo las aptitudes
cognitivas, también las relacionales, profesionales y de supervivencia, que
gracias a ellas podremos expresar sentimientos y emociones, y mostrar la
capacidad práctica de arreglárnosla en la vida cotidiana.
El aprendizaje formal educativo
descuida otros enfoques. Por tanto, es necesario potenciar el
aprendizaje no formal, es decir, lo que se aprende de otros, de la experiencia
y se trasmite por la cultura, lo que nos enseñaron nuestros familiares y amigos
en nuestras casas y que la escuela no estaba obligada a enseñar, lo que se
aprende de las personas más allegadas y
de los entornos próximos.
La autoestima, el buen
equilibrio mental permite explorar sus posibilidades, las de los demás y las
del entorno. Aprender a amar la vida, aprender a estar motivados sin sentirnos bloqueados
por obstáculos insuperables va a favorecer nuestro bienestar físico y psíquico.
El sentido del humor es
fundamental en las relaciones humanas. Es difícil definirlo y aprenderlo.
Gracias a él, construimos relaciones, vínculos, asociaciones inesperadas.
El verdadero sentido de
la vida es relativo, vinculado al contexto.
En el desván está
la apertura a otras experiencias. Este espacio no es una estructura rígida y
fija y no responde necesariamente a este orden.
Los contextos, los
problemas, las culturas son demasiado diferentes y variados, por tanto, no se
puede indicar que acciones realizar en cada estancia de la casita.
Esta propuesta de construcción
de la resiliencia (casita) puede aplicarse a la resiliencia de un niño, de una
familia y de una comunidad. La casita puede servir para encontrar puntos
fuertes y débiles de un niño, y es una herramienta para trabajar el enfoque de
resiliencia.
Sabemos que la
resiliencia es una capacidad que resulta de un proceso dinámico y evolutivo y que varía según las circunstancias, del
contexto en el que tiene lugar, de la etapa de la vida en la que se produce el
hecho desequilibrador. (Manciaux et al.2001).
Las personas tienen que
superar pruebas difíciles, necesitan comenzar ese proceso de reconstrucción
personal y de resiliencia, partiendo de sus potencialidades, pero teniendo una
guía, un tutor que les aliente a encontrar sus propios recursos para superar
las dificultades. Es ahí, donde los profesionales sanitarios y del contexto
educativo juegan un papel fundamental en nuestro alumnado de las aulas o
instituciones hospitalarias educativas.
Las personas, los pacientes
y el alumnado que han tenido que superar una gran prueba, describen como
factores de resiliencia: el encuentro con una persona significativa. La
comprensión, el amor, la fantasía, el optimismo, el humor, el afecto, la
aceptación de sí mismo, la ilusión, la alegría, la generosidad, el optimismo
realista, la esperanza, la creatividad, el gusto por la vida y el trabajo, una
visión positiva de la vida, etc… Todos ellos, han contribuido a salir airosos
de las situaciones en las que se encontraban.
Pensamos que desde las
prácticas educativas los profesionales, deberían aprender a cambiar su mirada hacia los problemas o
enfermedades favoreciendo enfoques metodológicos de intervención y recursos
para solventar el bloqueo mental y físico que suelen aparecer. Deben
contextualizar los problemas del alumnado y dar sentido a los mismos, resituándolos
y sustituyéndolos por enfoques esperanzadores y positivos que ayuden a nuestro
alumnado a crecer y a construir su resiliencia.